Se dispuso a dormir aquellos ojos verdes
en la cueva escondida de su anhelo de niña,
escarpadas montañas de tediosas batallas
en sus genes marcadas como un dolor antiguo.
Mitad mujer,mitad naturaleza cubierta de retamas,
y un tigre allí saltando de furia entre las sienes,
el futuro mostrando señales en el rostro
que anuncian un posible cataclismo estudiado.
Parece que han pasado los siglos por la arena
y han dejado en el rostro heridas afiladas,
cicatrices surgidas sin espejo en la sombra
y otros niños iguales nacidos de su vientre.
Ondea la bandera con saña y el combate
se limita a gestores de cuerpos destrozados
que descubren de pronto un error en los números
y hacen trampas al cielo en tiendas de campaña.
Se apago esa esperanza que encendida en tu rostro
auguraba un posible deseo confortado,
un nido de sonrisas creciendo entre la tierra
tortuosa y agreste que marcaba tus pasos.
Ahora se por tu rostro que venció la amargura,
que le pudo al instinto con tanta pesadumbre,
que amaneceres rojos quemaron tus pupilas
y tus ojos,enormes e inquietantes,murieron.
JOSE M. JUNCO EZQUERRA
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